Mi cuerpo, un desconocido

Ene
31
2010
Artículo
Pedro Lucas

Unas de las razones de mayor peso de la incapacidad para disfrutar y gozar durante la relación sexual es la educación recibida. La educación que recibían las mujeres españolas de la generación que hoy pertenecen a la tercera edad, era fundamentalmente represora del cuerpo y de la sexualidad. Esto suele desembocar en un profundo desconocimiento de su propio cuerpo debido a una crónica y total ausencia de autoexploración y autoestimulación, considerada como inmoral. Para disfrutar con el cuerpo es premisa básica conocerlo y esto es algo que hoy día todavía muchos desconocen. El nuevo concepto de Salud en este siglo XXI es sinónimo de bienestar, por tanto, las dificultades sexuales son imprescindibles de abordar en salud, porque terminan afectando a la personalidad del individuo, a la manera de relacionarse con los demás y de expresarse.

Centro de Día para personas mayores de un pueblo de Jaén. Imparto clases de educación sexual para personas mayores durante tres horas, un día a la semana. Dos horas de docencia y otra hora para consultas privadas de los alumnos, para proporcionar información, asesoramiento y terapia de manera personalizada.

Mujer de 61 años, sin hijos, que se queda a la consulta de asesoramiento y terapia sexual. Es una mujer que cuida bastante su aspecto físico, de estatura mediana, pelo rubio, ojos azules, tez bronceada, muy bien maquillada, perfumada y con un vestido ajustado y elegante de color verde aceituna hasta las rodillas. Después de saludarnos, la invito a sentarse en una silla junto a mí y a que me cuente cual es el motivo de su consulta.

Su mirada parece algo nerviosa y me dice con un tono de voz bajo y entrecortado: “Mire usted, me da mucha vergüenza hablar de estos temas porque nunca los he hablado con nadie y menos con un desconocido”. Intento tranquilizarla: “No se preocupe, todo lo que me cuente es absolutamente confidencial. Además, estoy seguro que le puedo servir de gran ayuda. Bien, cuénteme que le ha traído hasta aquí”.

Después de esto, empieza contándome que lleva viuda tres años y que desde hace cuatro meses, ha iniciado una nueva relación con otro hombre de un pueblo muy cercano al suyo. La relación la lleva de forma clandestina y ninguna persona de su entorno lo sabe. Se encuentra muy a gusto y feliz con esta relación, pero existe un problema. Y exterioriza un poco tímida e insegura: “yo no tengo ganas de....eso, en cambio él lo está deseando, y no se qué hacer porque yo tengo claro que eso no me gusta”.

 

  • Cuando dice eso ¿a qué se refiere exactamente?
  • Pues al ....sexo - responde medio tartamudeando -
  • Pero, durante estos cuatro meses de relación ¿han mantenido relaciones sexuales con su actual pareja?
  • No. - responde inmediatamente -. Ni tampoco le he permitido dormir conmigo.
  • Por tanto, digamos que su problema es que usted ya no tiene deseos de mantener relaciones sexuales y su actual pareja sí.
  • Exacto, así es. Pero es que además de tanto insistirme me está provocando que deje de tener interés por él.
  • ¿Por qué cree que ya no tiene deseos de mantener relaciones sexuales?
  • Mmm,...no se... creo que nunca me ha llamado la atención. - afirma mientras balancea su tronco y cabeza en un vaivén izquierda-derecha -
  • Cuénteme cómo era la relación que mantuvo con su marido.
  • Pues una relación normal ni buena ni mala. Nos llevábamos bien.
  • ¿Disfrutó de las relaciones sexuales con su marido?
  • Nunca, yo creo que soy frígida, porque jamás he sentido nada.
  • ¿Se obligaba a sí misma a tener relaciones sexuales sin tener ganas?
  • ¿Y que iba a hacer? Tenia que cumplir como esposa - dijo resignada-
  • ¿Se ha masturbado alguna vez o se ha explorado u observado su aparato genital?
  • ¿Yo? No por Dios.
  •  Que tipo de actitud tenían sus padres con respecto al sexo
  • Pues, que todo estaba mal y que eran guarrerías.
  • ¿Tiene algún tipo de enfermedad como diabetes, hipertensión, colesterol, depresión o toma algún tipo de fármacos de forma continuada?
  • No, por ahora no gracias a Dios.

 

Cuando usted afirma que nunca le ha llamado la atención el sexo se debe, en buena medida, a que nunca ha disfrutado o no ha sabido como hacerlo, en parte debido, a esa evitación en explorar y conocer los rincones más íntimos y bonitos que nos da la naturaleza y que, desgraciadamente en algunos casos, la cultura y la educación nos castra esa necesidad innata de autoreconocimiento corporal. La mente adulta influenciada por la moral que existía en esa España en la que usted nació, percibía que los tocamientos por parte de los infantes estaba llena de perversión, además de ser una conducta poco saludable. Por tanto, la reacción era la sanción, la prohibición, la instauración del tabú como objetivo, que cumplido éste, es uno mismo el que se sanciona y se castiga, con el sentimiento de culpabilidad, ante cualquier indicio de quebrantar las reglas del tabú. Este tabú y otros muchos contribuyen a construir la personalidad del individuo, sus valores y actitudes ante su sexualidad y la de los demás, dando como resultado un cuerpo reprimido y desconocido por su inquilino. Somos cuerpo y cualquier parte de él nos pertenece y es mi responsabilidad si la ignoro. Si esta ignorancia, afecta a mi capacidad para disfrutar, mi placer es mi responsabilidad. El conocimiento de uno mismo es el conocimiento del cuerpo porque soy cuerpo.

Por tanto, después de tantos años sin disfrutar de su sexualidad debemos empezar por un trabajo principalmente individual, para luego poderlo llevarlo a la pareja.  Además, no olvidemos que para dar placer lo primero es saber disfrutarlo uno mismo.

Después del pequeño sondeo y la breve explicación de la estrecha relación que existe entre autoconocimiento corporal y capacidad para disfrutar, así como la importancia de la influencia educacional y cultural en la actitud que tiene hacia su sexualidad. Le prescribo un tratamiento de dos semanas basado en el autoconocimiento corporal. La primera semana de exploración genital con espejo y la segunda semana de inicio de la autoestimulación de manera progresiva y sin objetivos, para evitar conflictos internos o sentimientos de culpabilidad.

Después de estas dos semanas, acude a consulta tan elegante como la primera vez y con una sonrisa dibujada en su cara. Mientras se sienta le pregunto qué tal le ha ido. Ella contesta rápidamente con un “¡muy bien!”, a la vez que asiente con la cabeza  haciéndose más explícita aún su sonrisa. Pero cómo de bien - vuelvo a insistirle -. ¡Muy bien, muy bien! - responde ella -. Pero, ¿ha llegado al orgasmo? - pregunto para intentar que explicite más su respuesta-. Sí! - afirma ilusionada -. Por tanto, podríamos decir que ha sentido usted su primer orgasmo a los 61años. Asiente con la cabeza mientras sonríe.

 

Bien, ahora nos quedaría la compenetración con su pareja un trabajo algo más extenso que se basa en impedir que los recuerdos tanto conscientes como inconscientes de sus experiencias sexuales pasadas asociadas al no placer o incluso al malestar, influyan negativamente en el inicio de las relaciones sexuales con su nueva pareja. Para ello, los primeros encuentros deben basarse en la no genitalización de la relación sexual, para potenciar la erótica de la pareja y despertar ese deseo y curiosidad por el sexo.  Esta segunda fase de la terapia no resulta de importancia para el objetivo de este artículo.

 

He aquí un prueba empírica que nos proporciona un caso real de la influencia educacional en las actitudes y el conocimiento corporal, situando al individuo en un continuo con dos polos (erotofilia – erotofobia), posición dinámica en el tiempo, pero que determina, la manera de vivir, entender y expresar la sexualidad en el presente.

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