Desde hace tiempo suelo decir en consulta que yo trabajo fundamentalmente con tres elementos hostiles que nos alejan del placer sexual y nos dificultan el acercamiento al otro. Estos son el miedo, la culpa y la vergüenza.
Elementos tan presentes en nuestras vidas como el oxígeno que respiramos y que determinan nuestra forma de enfrentarnos al mundo y de relación con los demás.
El miedo, la culpa y la vergüenza presentes en contextos adecuados son parte de nuestra naturaleza, pero vivenciados con un alta frecuencia e intensidad en contextos no adecuados desencadenan malestar. Pueden llegar a condicionar la manera en la que nos acercamos al otro, reducen nuestra capacidad para expresar emociones, artificializan el cortejo y las habilidades de seducción, aumentan la percepción de fracaso, atentan directamente contra nuestra felicidad, y además son los responsables principales de la mayoría de las disfunciones sexuales, ya sea originando o manteniendo el problema.
- El miedo a no rendir sexualmente, a no ser un buen amante, a creer que una dificultad sexual es permanente, a conocer el cuerpo, a explorarse y a explorar al otro, a probar cosas nuevas, a salirse del esquema reproductivo, a escuchar un “no”, a decir que “no”, a preguntar al otro, a lo que piense el otro, a ser juzgado, etiquetado, discriminado,… el miedo a vivir. El miedo genera ansiedad, y la ansiedad altera el correcto funcionamiento de la respuesta sexual.
- El sentimiento de culpa es una emoción muy destructiva que aparece no sólo por lo que se ha hecho sino incluso por lo que se podría llegar a hacer. Es una emoción paralizante que encierra a la persona en un circulo vicioso masoquista que cada vez se hace más estrecho. El sentimiento de culpa, fruto de una moral judeocristiana, es también en sí mismo una forma muy sofisticada de control de masas. Herramienta con la que ser sancionado por no seguir las normas sociales dictadas por la Moral Sexual Cultural, siendo el autocastigo la forma más rentable para evitar las conductas y actitudes no deseadas por la sociedad.
- La vergüenza originada por problemas de autoconcepto, por no estar feliz con el propio cuerpo, al desear tener cuerpos acordes a los inalcanzables modelos estéticos dominantes. Vergüenza a ser visto por el otro, a mostrar el cuerpo libremente, a estar durante la relación sexual pendiente de que el otro no vea aquello que no nos agrada, llegando a condicionar el sexo a momentos muy restringidos. La vergüenza te aleja de lo que eres y de lo que deseas.
En conclusión, gran parte de la terapia sexual gira en torno a estos tres elementos. La terapia sexual consiste en determinar el origen y el tipo de miedos, sentimientos de culpa y vergüenzas que dificultan el placer, para ayudar a la persona a superarlos en pro de una vida sexual plena y feliz.
Un consejo: La educación sexual a los niños debe ir enfocada a transmitir la sexualidad como un valor positivo sin mensajes asociados a la culpa, la vergüenza o el miedo, salvo transmitir el peligro que conllevan las prácticas de riesgo.